Hugo Pratt
Hugo Pratt (Ugo Eugenio Prat, Playa de Lido, entre Rávena y Rímini, Italia, 15 de junio de 1927 – Grandvaux, Suiza, 20 de agosto de 1995), fue un historietista italiano, principalmente conocido por sus historietas de Corto Maltés.
Nació en una aldea cercana a Rímini, pero él se consideraba veneciano, por ser Venecia la ciudad en la que se crió. Sin embargo, posteriormente viajaría por todo el globo. Ya en 1937 su familia se trasladó a Etiopía, luego de la ocupación por parte de la Italia de Mussolini, donde su padre trabajaba en una oficina dedicada a la producción de carreteras. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, su padre lo alistó en un batallón de defensa nacional. En 1943, su madre y él fueron evacuados de Etiopía, pero su padre fue capturado por los franceses en Harrar, falleciendo en 1944 de cáncer de hígado en un campo de prisioneros.
Tras la guerra, Pratt asistió a la escuela militar en Città di Castello (Provincia de Perusa, Italia). Gracias a su dominio de la lengua inglesa en 1944 se convirtió en intérprete para el ejército aliado. Al año siguiente se unió al autodenominado Grupo Venecia y, con personalidades del mundo de la historieta como Alberto Ongaro, Dino Battaglia y Mario Faustinelli, creó la revista Asso di Picche.
En 1949 Pratt se mudó a Buenos Aires, Argentina, donde trabajó como editor para la Editorial Abril. En la revista de aventuras Misterix conoció a artistas argentinos como José Luis Salinas, José Muñoz y Francisco Solano López, pero sobre todo, a la persona que más influiría en su carrera posterior, el inventor del oficio de guionista de historietas, Héctor Germán Oesterheld con quien colaboraría dibujando para él Sargento Kirk (1952), Ticonderoga (1957-58) y Ernie Pike (1957-59).
Tres mujeres fueron importantes en este período de la vida de Pratt: la yugoslava Gucky Wogerer, con la que se casó en Venecia en 1953 y con la que tuvo dos hijos (Lucas y Marina); Gisela Dester, que fue su asistente y después su compañera, y Anna Frognier, con la que tuvo otros dos hijos, Silvina y Jonás. Ninguno de sus hijos acabaría dedicándose al cómic: Lucas trabajó en la inseminación de vacas en la Argentina y Jonás era matemático.
Al mismo tiempo que trabajaba para la Editorial Frontera de Oesterheld, daba clases de dibujo junto con Alberto Breccia en la Escuela Panamericana de Arte.
Entre 1959 y 1960 se mudó a Inglaterra, donde publicó para Fleetway Publications, mientras asistía a clases en la Real Academia de Acuarela.
Pratt volvió a Italia en 1962 para trabajar en la revista infantil Il Corriere dei Piccoli. En 1967 comenzó Corto Maltés, que trata sobre las aventuras de un pirata romántico y, a su manera, encantadoramente caballeroso, el cual daría posteriormente la fama a su creador. El éxito de Corto se extendió desde Francia, donde eran editados por Publicness,2 hacia Italia y, poco a poco, otros países. En total realizó 29 historias sobre este personaje.
En 1967 iniciaría una nueva serie: Los escorpiones del desierto.
En 1970 y 1973, Pratt volvería a Etiopía, encontrando en la primera ocasión la tumba de su padre en Harrar.2
A partir de los setenta, Pratt llegó a convertirse en una personalidad tan famosa que se realizaron multitud de reportajes televisivos sobre su persona y su obra. Alberto Ongaro lo convirtió en el héroe de una de sus novelas y Milo Manara lo retrató como uno de los protagonistas de su serie H.P. y Giuseppe Bergman. Precisamente, con este último a los dibujos realizaría dos álbumes: Verano indio (1983) y El gaucho (1991).
Hugo Pratt era masón. El autor de Corto Maltés formó parte de la logia Hèrmes en Venecia durante los últimos 20 años de su vida. Es más: se despidió de este mundo describiendo el rito de iniciación en unas viñetas incluidas en su álbum postrero Fort Wheeling (1995). Devoto de las sociedades secretas, los mitos y leyendas de la Vieja Europa, pespunteó toda su obra de referencias a las fraternidades. Esta faceta de su personalidad fue objeto en París de una exposición que estudió la presencia de las obediencias masónicas y otras sociedades secretas en sus numerosos cómics y novelas gráficas. El Museo de la Francmasonería albergó en sus salas más de 40 dibujos originales de Hugo Pratt, así como piezas y documentos masónicos que ilustran su interés por estas órdenes laicas. Junto a viñetas de obras que hacen referencia al tema como La fábula de Venecia, Las Helvéticas o Fort Weeling, se pudieron ver el delantal y el cordón masónico del autor o esa espada de venerable robada por su padre durante el saqueo de la logia Hèrmes por los fascistas de los años 20 que el hermano Pratt devolvió en 1977 al ingresar en la orden.